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La gente suele pensar que si la indigencia y la marginación nunca se acaban de resolver es por la naturaleza y dificultad del propio asunto. Nada más lejos de la realidad. El mundo de los marginados, sobre todo tratándose de niños y adolescentes, no es algo residual: es un mundo intenso, pletórico de vida, de posibilidades, de penalidades, ciertamente, pero también de inimaginables alegrías.