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Cuentos escritos a lo bestial, aunque de ellos mane la sutileza de una artista con la pluma bien pensada. Cuentos para oler los hierros de la celda y perjurar “si no fuera por estos barrotes, te comería viva”. Cuentos de terror, a veces, de ternura infinita y de lenguaje agudo, con una cierta humildad agazapada. Cuentos breves como balas, como besos de carne fantasma para aquellos que llevan anotaciones. Kianny nos muestra formas de hacer surcos en los límites de la escritura, en la posibilidad de suplantar, de amar, del ser y estar, no como acrobacia, sino como indagación en los vértigos, los vacíos, en la felicidad del desequilibrio. Cuentos “fabulosamente verdes”, fabulosamente hilvanados para degustar a dentelladas secas. Hinque por aquí.
Rey Andújar
