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Esta es la historia de Raymond Dalmau contada por él mismo, la historia de un joven niuyorican de 17 años que en 1966 se mudó a Puerto Rico para reforzar a unos sotaneros Piratas de Quebradillas. Traía en su bulto atlético las técnicas de un baloncesto norteamericano profesionalmente superior y las mañas de un aguerrido baloncesto callejero neoyorquino. Armado con ambas, Raymond Dalmau y otros de similar procedencia que lo acompañaron a partir de entonces transformaron para siempre el baloncesto puertorriqueño -él tanto en su fase de jugador como de entrenador igualmente exitoso-, elevando el nivel del juego hasta colocarlo de manera consecuente entre los mejores del mundo.
Hiram Sánchez Martínez